Cuarto domingo de Adviento

Cuarto domingo de Adviento

Acoge

Acoge la voluntad de Dios en ti como hizo José, abre tus brazos para acoger abrazando.”

El evangelio de hoy nos habla de Zacarías, que, atemorizado por la presencia del Ángel, no consigue comprender el milagro que va a obrar Dios en su familia.Y puede ser que nos cueste empatizar con Zacarías, y pensar que en nuestra vida no suceden milagros, o pensar que nosotros sí que reconoceríamos la grandeza de la situación. Pero, resulta que dentro de una semana va a ocurrir el gran milagro de la humanidad. Y el Hijo de Dios va a nacer para salvarnos. ¿Pero nosotros somos conscientes de lo que va a ocurrir?¿Estamos preparados para su llegada?

Cada año celebramos el nacimiento del Hijo de Dios porque es un pedazo de milagro y, como tal, tenemos que celebrarlo a lo grande. Pero no sirve de nada esta celebración si realmente no acogemos a Jesús en nuestro corazón. Que no se trata de alguien ajeno que vivió hace 2022 años. Que es una presencia viva que viene a salvarnos cada día y le tenemos que abrazar en nuestro interior. Y acogerlo significa abrirle nuestro corazón de par en par. Hacernos vulnerables ante Él, nuestro Salvador, y dejarle actuar en nuestras vidas, dejarle transformarnos el corazón. Que su amor nos llene y sepamos dejarle hueco. Que no le cerremos las puertas. Que ya lo decía Santa Teresa: “Todo por Jesús” y es que de eso se trata. De enloquecer! De darlo todo por Él! De enriquecernos con su amor y repartirlo por el mundo!

Y Todo por Jesús consiste en abrazarlo sin condiciones, tal como Jesús nos abraza a nosotros. San José nos ilumina, siendo un ejemplo de confianza plena en el Señor y aceptación de su voluntad. Él abraza su situación con una fe absoluta y así es como tenemos que hacer. Tenemos que desprendernos de todo aquello que nos impide abrazar al Mesías que va a nacer. Y esto que parece muy fácil, o que ya nos suena, hay que interiorizarlo. Y darnos cuenta de nuestras imperfecciones. Y de nuestra vulnerabilidad. Y desde nuestro “no tengo nada Señor pero todo lo que tengo te lo entrego” es desde donde hay que recibir a Jesús. Porque al igual que cuando acogemos a alguien en casa, cuando dejamos que Jesús entre en nuestro corazón, no le ponemos peros.

Y ayudando a nuestra familia a vaciar el lavaplatos estamos acogiendo a Jesús. Que llegando al trabajo con una sonrisa cuando no nos apetece ir, estamos acogiendo a Jesús. Que preparando la cena para nuestros hermanos, estamos acogiendo a Jesús. Porque : “Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis”, y dejando que su presencia nos invada, vamos a tener nuestro corazón preparado para su llegada.